La pedagogía del error: improvisación y creatividad en la formación del artista escénico


Universidad de las Ciencias

En las artes escénicas, el error suele ser visto como una falla o tropiezo que debe evitarse. Esto ha ocasionado que entre el 24% y el 80% de los artistas experimenten algún grado de ansiedad escénica (Acosta et al., 2022), lo cual evidencia la presión que existe por alcanzar la perfección en la práctica artística. Sin embargo, dentro del proceso creativo, la equivocación puede ser una oportunidad para explorar lo inesperado. En este sentido, la pedagogía del error propone una perspectiva diferente sobre la enseñanza artística, una donde fallar no es igual a fracasar.

El error como principio creativo 

Desde el punto de vista educativo tradicional, el error ha sido conceptualizado como una señal de deficiencia, falta de atención o de conocimiento. No obstante, pensadores como John Dewey advierten que aprender implica experimentar, fallar y volver a intentar. En las artes escénicas, dicho ciclo es la esencia del trabajo del intérprete y del creador: cada ensayo es un laboratorio donde el error no es un obstáculo, sino un detonador. Al respecto, Pina Bausch afirmaba: "No me interesa cómo se mueve el ser humano, sino aquello que lo conmueve". En esa búsqueda, los errores como los silencios incómodos y los olvidos se convierten en material escénico. 

Aceptar el error en el proceso formativo del artista implica romper con la idea del control y reconocer que la creación emerge del desequilibrio. En la actuación, por ejemplo, los fallos de memoria o las respuestas inesperadas del cuerpo pueden revelar emociones genuinas; en la danza, un movimiento involuntario puede generar nuevas líneas coreográficas; y en la dirección escénica, una improvisación puede transformar el enfoque completo de una obra (Calderón, 2014). 

Improvisar: la pedagogía del riesgo y la escucha

La improvisación es parte de las artes escénicas. En ausencia de un guión fijo o de un resultado previsto, cada acción implica riesgo, pero también libertad. Improvisar conlleva responder al entorno, al compañero y al instante. Desde esta perspectiva, la pedagogía del error se convierte también en una pedagogía del riesgo. Enseñar a improvisar no es enseñar a evitar el error, sino a convivir con él, a transformarlo y a darle significado (Calderón, 2014). Las prácticas pedagógicas basadas en la improvisación —como las desarrolladas por Jacques Lecoq o Viola Spolin— promueven un aprendizaje activo, sensorial y emocional. En ellas, el estudiante no busca imitar una forma correcta, sino encontrar su propia voz escénica a partir del ensayo y el error.

Desaprender para crear

En la formación artística, el aprendizaje técnico es necesario, pero no lo es todo. El dominio del cuerpo, la voz o la técnica interpretativa debe ir acompañado de la capacidad para desaprender, para cuestionar lo que se da por hecho y para abrir espacio a la invención. La pedagogía del error promueve ese desaprendizaje. Enseña a soltar la búsqueda de perfección y abrazar el proceso. El artista escénico que se permite fallar, reírse de sí mismo y experimentar sin garantías aprende a mirar el arte como un descubrimiento permanente (Carrasco, 2019). 

El filósofo Gilles Deleuze afirmaba que “pensar es crear, y no hay otra creación sino que crear es, ante todo generar pensamiento”. El error nos obliga a mirar desde otro lugar. En la formación escénica, desaprender puede significar abandonar hábitos técnicos o emocionales que impiden el juego, y reaprender desde el cuerpo, la presencia y la escucha.

Hacia una pedagogía del error en la formación escénica

Adoptar una pedagogía del error implica transformar las dinámicas de enseñanza. El docente deja de ser un juez del desempeño y se convierte en un acompañante del proceso creativo. Su papel no es corregir, sino crear preguntas, ofrecer retroalimentación y generar un entorno seguro donde el estudiante pueda experimentar sin miedo a fracasar. En este tipo de pedagogía, el error deja de ser penalizado y se convierte en un acontecimiento creativo (Carrasco, 2019). La enseñanza se vuelve más humana, más cercana a la vida y al acto escénico real, donde la perfección no existe, pero la autenticidad sí.

Conclusión: el arte de errar con conciencia

Errar, en el arte escénico, no es equivocarse en el camino, es encontrar uno nuevo. La pedagogía del error no busca eliminar la técnica ni el rigor, sino reconciliarlos con la curiosidad y el juego. Desarrollar en los artistas la capacidad de improvisar, de adaptarse, de fallar y volver a intentar es formar creadores libres, conscientes de que cada tropiezo puede abrir una puerta hacia lo inesperado.

En un mundo que valora la exactitud y desprecia el error, las artes escénicas recuerdan que la belleza nace muchas veces del accidente, que un cuerpo que se equivoca está vivo, que un silencio mal calculado puede conmover y que un gesto imperfecto puede ser, precisamente por ello, profundamente humano. Aceptar el error como enseñanza es, quizás, el mayor acto de valentía en la formación del artista escénico.

Referencias

  • Acosta Medina, C. A., Reynoso Vargas, K. M., Esquivel Santoveña, E. E., & Guzmán Benavente, M. del R. (2022). Ansiedad escénica musical y género. En M. Bermúdez Vázquez & A. Chaves Montero (Coords.), Investigación y transferencia de las ciencias sociales frente a un mundo en crisis (pp. 599–622). Dykinson S.L.
  • Calderón Gómez, J. C. (2014). Teatro como acontecimiento: La importancia del error y del inacabamiento de las cosas en la pedagogía teatral. Revista Humanidades, 4(1). https://doi.org/10.15517/h.v4i1.16326.
  • Carrasco Lozano, B. A. (2019). El error, una forma de aprender. Revista .925 Artes y Diseño, 12(47).

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